Cantabria, paraíso terrenal
El verdor de su paisaje, las aguas bravas de su mar, la calidad de su gastronomía, la singularidad de su historia... Cantabria se muestra como un auténtico paraíso terrenal. Un refugio veraniego donde olvidarse de las altas temperaturas. Y un enclave cultural en el que encontrar algunas de las joyas de nuestro pasado artístico e histórico. Ya sea por el interior o por la costa, su visita es obligada para los que quieran conocer una de las zonas más pintorescas y acogedoras de nuestra geografía.
A lo largo y ancho de sus más de 5.300 kilómetros cuadrados, Cantabria ofrece multitud de alternativas de turismo y ocio. Sus espectaculares playas son el paraíso de playeros y surfistas y su paisaje de montaña, el sueño de muchos senderistas y amantes de la naturaleza. El Valle de Liébana, con el desfiladero de La Hermida, Fuente Dé, en el corazón del Parque Nacional de los Picos de Europa, la Reserva del Saja, con sus impresionantes bosques de hayas, robles y castaños, el nacimiento del Ebro en Fontibre o las playas de El Sardinero, Somo, Liencres, Noja, Laredo o Santa Justa son solo una breve muestra de sus tesoros.
Su oferta cultural no se queda atrás. En Cantabria podrás visitar las Cuevas de Altamira, muy cerca de Santillana del Mar y sus empedradas calles medievales; el Palacio de la Magdalena en Santander, el Monasterio de Santo Toribio de Liébana o el Capricho de Gaudí en Comillas, una de las primeras obras del genial arquitecto modernista catalán. Tampoco deberías perderte las espectaculares Cuevas El Soplao, un espectáculo para los aficionados a la espeleología, o el extraordinario Parque de la Naturaleza de Cabárceno y su variada fauna integrada en el paisaje. Y si hablamos de pueblos y villas, Bárcena Mayor, el pueblo más antiguo de Cantabria, declarado Conjunto Histórico Artístico en 1979, Castro Urdiales, San Vicente de la Barquera, Potes, Liérganes y los ya mencionados Santillana y Comillas, son lugares imprescindibles para visitar.
Como paraíso gastronómico, imposible dejar de degustar el cocido montañés, un guiso de alubias blancas con berza, tocino, costilla, morcilla y chorizo, el cocido lebaniego, muy similar al madrileño, el chuletón de ternera o los quesos de la tierra. Del mar, las anchoas de Santoña, las rabas y la inmensa variedad de pescados y mariscos del Cantábrico. Para los más golosos, sería imperdonable no probar los sobaos, quesadas, corbatas de Unquera y Rocas del río Miera.
Cabañas, casonas y palacetes
Desde el punto de vista arquitectónico, cabañas, casonas y palacetes son algunos ejemplos típicos que se pueden contemplar en esta zona. Construcciones en su mayoría de piedra en las que no faltan balcones volados, galerías acristaladas y en ocasiones escudos de piedra y soportales en los bajos.
Si estás pensando en hacer de vez en cuando una escapada o incluso residir en esta maravillosa comunidad, puedes hacerlo adquiriendo una de estas extraordinarias propiedades. Como este palacio del siglo XVIII dotado de vivienda, torre y capilla, ubicado a poca distancia de Santander.
Esta casona indiana del S. XIX fue construida por una familia de la zona a su regreso de Cuba y años después acogió la panadería del pueblo en una de sus estancias. Situada en pleno Valle de Anievas, hoy la casa principal ofrece todo el confort que uno podría imaginar conjugado a la perfección con elementos de época como los suelos de roble y de nogal, las ventanas y puertas originales o los muros y tejas recuperados.
Muy cerca de Laredo, encontramos esta casona con vistas a la Ría de Ansón. Materiales locales como la mampostería de arenisca, los sillares en puertas y ventanas, vigas de roble y suelos de barro cocido y madera han sido empleados para su construcción.
Esta espectacular casona del siglo XVII fue galardonada con un premio de arquitectura por su excepcional rehabilitación. Apenas a 30 minutos del aeropuerto de Santander, la propiedad es perfecta para disfrutar como residencia o explotar como hotel con encanto.